lunes, 17 de febrero de 2020

Relatos y Anécdotas policiales II: Los primeros días

¿Cómo estáis amigos? He vuelto de nuevo, aquí tenéis un relato que realmente me pasó, por lo que es totalmente verídico. He cambiado los nombres pero por lo demás, todo real. Espero que os guste y lo compartáis. Aquí lo tenéis.



Miraba impaciente el reloj. Quería llegar con tiempo, era mi segundo día de prácticas. El primero había sido un cúmulo de sensaciones. Primera vez en la calle con el uniforme, primera vez que cogía un zeta, primer servicio de mi carrera, primera vez que pasaba una filiación por radio...
Era la hora, tenía la mochila preparada desde hacía un rato, me aseguré que estaba todo dentro y cerré con llave la puerta de mi casa. En el ascensor, frente al espejo, ahí estaba, lo había conseguido, me iba a currar, a currar como policía. De camino a comisaría, observaba esas caras que se cruzaban conmigo imaginando servicios que tendría con ellos a lo largo de este año de aprendizaje.
Giro la esquina, ahí está, la bandera de España, he llegado a casa, mi segunda casa. Paso con orgullo por la puerta.

Buenas tardes.—Saludo a mi compañero de seguridad y este me lo devuelve, nos miramos, me acerco y le digo que soy un compañero de prácticas, me da la bienvenida a la comisaría con un gran apretón de manos.
Para lo que necesites, compañero.—Me dice cuando me alejo dirección a los vestuarios.

Llego pronto, bastante pronto, el vestuario está en completo silencio. Me dirijo a mi taquilla, está casi al fondo, en el penúltimo pasillo. Cada taquilla es un mundo, pegatinas de todo tipo, botas, algunas están abiertas, otras cerradas con candados gigantes... Llego a la mía, mi nombre junto a policía en prácticas reza sobre una pegatina mal puesta. La abro, está todo ahí, lo que guardaba en aquel pequeñito armario de la ENP, ahora está en la taquilla de una comisaría de España.

Me siento en un pequeño banco y empiezo a cambiarme, sin pausa pero sin prisa, asegurándome que llevo todo. Ya empiezan a llegar compañeros, se les escucha hablando de su vida cotidiana, uno cuenta un chiste, nos echamos a reír, en el turno de hoy hay muy buen ambiente, eso se nota.

Llega el turno saliente, mientras me da el equipo y las llaves del zeta, me comenta que ha sido una mañana tranquila. Mi binomio está esperándome en la puerta, lo conocí ayer, me inspira mucha confianza, lleva ya 12 años en esta empresa. Me subo en el zeta, empezamos a charlar, cuando estamos aparcando en la cafetería para tomar el obligado café entra una llamada:

Zulú 2 para Alpha 0. Tome nota del comunicado. Diríjase a la calle Acacias número 2, ahí les está esperando el presidente de la comunidad. Al parecer llevan sin ver bastante tiempo a un vecino.
Recibido Alpha 0, vamos para allá.—Respondo a través del equipo.

Me mira mi compañero, y asintiendo con la cabeza me dice:
Probablemente sea lo que te imaginas.—Yo ya empiezo a mentalizarme de lo que nos podemos encontrar. Llegamos al lugar, hay un hombre fumando en la puerta. Se presenta como el presidente de la comunidad.

Llevamos sin ver a Antonio más de tres semanas al menos, es muy raro, siempre va a la misma hora al bar de en frente.—Comenta el presidente. Nos dice que vive en el 3º, por lo que subimos y llamamos al timbre. No contesta nadie. Me da la sensación de escuchar algo, acerco el oído a la puerta y distingo lo que claramente es la televisión encendida. Pinta mal.

¿Tiene familiares?—Pregunta mi compañero. Antes de llamar a los bomberos para proceder a abrir la puerta, tenemos que agotar todas las posibilidades.
Tiene un hermano, pero no tengo el número ni nada.—Contesta el presidente.

Contactamos con Sala para hacer las gestiones oportunas y conseguir el teléfono del hermano de esta persona. Hay suerte, viene hacia el piso con una copia de la llave. No hará falta que vengan los bomberos. Estoy nervioso, noto algo en mi interior. La espera se me está haciendo eterna. El compañero me tranquiliza. Se escuchan pasos por las escaleras, es el hermano, y viene con su mujer. Se les ve bastante intranquilos.

Dice que normalmente habla por teléfono con él cada 15 días, pero no es raro que pase más tiempo ya que su hermano es muy introvertido, nunca ha tenido pareja.
Es muy suyo.—También añade que su cumpleaños fue la semana pasada, y no le cogió el teléfono, pero no se preocupó, ya que no era la primera vez que ocurría.

Nos da la llave, la coge mi compañero. La mete en la cerradura, se gira hacia ellos y les advierte simplemente con la mirada, en esa mirada se entiende perfectamente que lo más probable es que haya fallecido. Ellos lo aceptan, pero están la mar de nerviosos, la tensión se corta con un cuchillo. Me tiemblan un poco las piernas. Gira la llave, hay algo que va mal, está atascada. Coge la defensa y a modo de martillo, asesta un par de golpes hasta que la cerradura cede y consigue abrir la puerta.

Pasamos mi compañero y yo, la realidad nos asesta un golpe en plena cara, el olor es nauseabundo, muy fuerte. Lo paso mal, se me revuelve el estómago. Él va hacia una parte del piso, yo voy hacia el otro lado. Es un piso muy grande, antiguo, los muebles lo atesoran. Pocas fotografías en las paredes. Cuando llego al final de un largo pasillo, el olor se hace más intenso, llego al salón y veo la tele encendida, atisbo una figura en el sofá. Es él. Es un momento difícil, por su aspecto lleva muchos días fallecido. Llega mi compañero, nos miramos, tenemos que comunicárselo a su hermano. Es la primera vez que estoy en una situación así. Antes de salir, abrimos todas las ventanas ya que estamos en pleno verano y hace mucha calor.

Están esperando en la puerta, ellos ya lo saben, pero mi compañero se lo confirma.
Lo siento mucho.—Se echan a llorar, es un momento muy duro. Me vuelven a temblar las piernas mientras intentamos tranquilizarlos. Decidimos que lo mejor es cerrar la puerta y bajar al portal. Comunicamos a Sala que es positivo y se inicia el correspondiente protocolo. Mientras tanto, intento asimilar lo que acabo de ver, lo que acabo de sentir, es la primera vez que estoy presente cuando se le comunica a alguien que un familiar ha fallecido, es muy triste, pero tenemos que transmitirles paz y tranquilidad.

Llegan los compañeros de Científica, los servicios funerarios... Seguimos ahí hasta que finaliza completamente el protocolo, y se llevan al fallecido. Nos quedamos de nuevo con los familiares. Les decimos que si necesitan cualquier cosa, que no duden en llamar.
Muchísimas gracias agentes, por todo, han sido muy amables y muy comprensivos.—Nos dan un apretón de manos y nos marchamos del lugar.

Nos subimos al zeta, antes de arrancar, el compañero me mira y me dice:

 —Esto es ser policía, compañero.—